La sonrisa
del hada Felisa
se perdió una mañana.
Ella, con su varita,
intentó recuperarla.
Pero nada por acá
y nada por allá,
su sonrisa
seguía sin encontrar.
El ratón Ramón
observaba todo
muy atento
y se acercó
a Felisa
para contarle
un cuento:
«Érase una vez
una niña
muy traviesa,
que siempre
tenía una sonrisa
de oreja a oreja.
Pero un día
su mejor amiga
se fue muy lejos
y ella no sabía
qué hacer con
sus sentimientos.
Poco a poco
descubrió
que las lágrimas
eran la mejor tirita,
para que las penas
se hicieran chiquitas.
Y, una vez curadas,
volvió a jugar,
luciendo aquella sonrisa
tan especial».
El hada Felisa
aprendió la lección:
no había magia
que cambiara
lo que sentía
su corazón.