CAPÍTULO 8
A las seis de la tarde, Marta y Andrés se conectaron a la reunión con la tablet en la cafetería.
—¿Estamos todos?
Andrés contó con detalle sus conversaciones con Ruth y las amenazas.
—Opino que no le demos la oportunidad, no se arrepiente y no cambia —dijo Pedro muy indignado.
—Está bien, llamaremos a Ricardo —respondió Andrés.
—Chicos, ¿cómo se os da escribir cartas de amor? —Preguntó Bea.
—No es momento para chistes, Bea —regañó Pedro, aún enfadado por la acitud de Ruth.
—No es un chiste. Es que tengo un plan. Tendremos todos una carta de amor escrita hacia uno de nosotros y la dejaremos guardada y preparada. Si Ruth cumple su promesa, entonces todos publicaremos nuestra supuesta carta de amor en el chat.
—¡Eres increíble! ¡Qué buena idea! Así su carta será una más —dijo Simón entusiasmado.
—¡Quién sabe, igual lo ponemos de moda y todo! —dijo Ana
Todos rieron, menos Pedro que aún estaba enfadado. No soportaba a los abusones como Ruth.
—Propongo invitar a Ricardo a este chat y contarle todo —dijo Simón.
A todos les pareció bien la idea.
Ricardo llamó a su padre, quien escuchó atentamente la historia desde que le robaron la cuenta a Marta. Cuando terminaron de hablar, el policía dijo:
—Conozco a los padres de Ruth, hablaré con ellos. Esta parte dejádmela a mí.
—Chicos, ¿habéis visto el chat? —Ana hablaba atropelladamente.
—Marta, ¡¡TU CARTA!! —gritó Pedro.
Andrés intervino rápidamente:
—Todos a crear sus cartas y publicarlas en el chat. Se nos ha adelantado Ruth.
En cuestión de una hora, el chat del colegio estaba invadido de cartas de amor, cada cuál más original y graciosa. Tanto que los demás compañeros empezaron a declararse también.
Ruth no se lo podía creer. ¿Qué estaba pasando? El chat no hacía más que sonar y publicar notificaciones. ¿Se habían vuelto todos locos o había una epidemia primaveral de declaraciones de amor?
Una de las cartas era para ella:
“Ruth, me gustas. Soy de tu clase y me siento en la primera mesa, al lado de la ventana”.
Sabía quien era y se quedó perpleja.
—Ruth, ven inmediatamente al salón —La voz de su madre era muy seria.
Cuando llegó, vio con angustia al padre de Ricardo. Tenía las manos en la espalda y miraba un punto en el techo.
—¿Qué nos está contando el padre de Ricardo? ¿Sabes cuál es el castigo por esas acciones? ¿Sabes que es un delito muy grave lo que has hecho?
Ruth ahora sí que estaba asustada. Pudo ver otro mensaje en el chat, antes de mirar a los ojos a sus padres:
“Marta, soy Andrés. Me ha costado decidirme, pero ahora que este chat se ha vuelto loco, quiero aprovechar para decirte que me gustas, que eres genial y que te quiero.”
<<¿Te quiero? ¿En serio? ¿A la odiosa de mi prima?>>
Sus padres estaban decepcionados y el padre de Ricardo habló:
—Pondremos todo esto en manos de la justicia, tus padres están de acuerdo, porque no has mostrado ni pizca de empatía hacia tu prima y los demás. Como es la primera vez, seguramente consigamos que realices servicios sociales después de la escuela.
—Por supuesto nada de móvil, ni redes sociales y Cleopatra será cuidada en el terrario de Ricardo —dijo el padre.
—No por favor, Cleopatra no. Haré lo que digáis, pero dejadme a Cleopatra —suplicó Ruth.
—Eso dependerá de tu comportamiento.
Continuará…
¡Qué original lo de enviar cartas de amor para que sea una más y no destaque!
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