UNA MONA MUY BAJITA
Andrés fue a la entrada para recoger a Ana y se dirigieron a la parte trasera del escenario. Ruth estaba allí sentada con cara de pocos amigos y Pedro lanzaba caramelos para encestarlos, sin mucho éxito, en en un bol vacío.
—Vaya, ¡qué ambiente! —dijo Ana con un silbido, al ver las caras de desánimo en todos— ¿Qué hace Ruth aquí?
—Nos va a ayudar —le contestó Marta guiñándole un ojo.
Rápidamente entendió la complicidad del guiño de su amiga y le siguió la corriente.
—¡Qué bien Marta! ¡Menos mal que has conseguido ayuda! ¡Gracias Ruth, por echarnos una mano! —dijo Ana mirando a la malhumorada Ruth.
—Que sepáis que me importa muy poco lo que traméis y que en diez convincentes minutos me marcho de nuevo a la fiesta diciendo que ya os he ayudado —respondió Ruth, dejando a todos perplejos.
—Pues que sepas tú —dijo Bea—, que no vamos a permitir que sigas fastidiando y que le debes a Pedro una disculpa.
—Que ya me he disculpado por acusarlo en el colegio y todo ese asunto del pintalabios, ¿o es que estás sorda? —contestó Ruth haciendo muecas.
—Por la boca chica y falsamente —respondió Bea enfadada.
—¡Chicas! —intervino Marta— no os peleéis, mi prima Ruth ya se ha disculpado y estoy segura de que se quedará para ayudarnos, ¿no es así Ruth?
—¡No! Y además creo que me largo ya, vaya a acabar disfrazada de payasa —Ruth se levantó y se marchaba cuando añadió: —Por cierto, vosotros no necesitáis disfraz, ja, ja, ja —la risa de Ruth se perdió entre la música infantil y los gritos de los niños jugando.
—Perdóname Marta, pero tu prima es odiosa —dijo Bea.
—Vaya, pues se nos ha escapado, es muy lista y se ha dado cuenta de mi intención. Pensaba que era buena idea que subiera al escenario con Pedro —explicó Marta suspirando y dejando caer un disfraz de payaso en la mesa.
—¿En serio ese era tu plan? —Pedro estaba enfadado—, Marta, esta sorpresa para mi prima es muy importante y Ruth la podía haber fastidiado.
—Lo siento Pedro, pero es que me saca de mis casillas y quería darle una lección —se disculpó Marta casi a punto de llorar.
Pedro se dio cuenta y la calmó tocándole el hombro.
El disfraz de Pedro fue un éxito. Repartió pequeños muñecos de peluche a todos los niños, después salió al escenario haciendo que tropezaba con los enormes zapatos y caía al suelo, donde había una bolsa que sonaba con gran estruendo cada vez que la pisaba, entonces hacía que se asustaba y volvía a tirarse al suelo. Los niños reían y reían y la prima de Pedro era la que más gritaba:
“Pisa la bolsa de nuevooo”.
La fiesta estaba siendo un éxito y los niños más pequeños se lo pasaban genial. Los adultos desaparecieron y tampoco había rastro de Ruth por ninguna parte, así que pensaron que lo más probable era que ella y sus padres se hubieran marchado.
Pedro ya había bajado del escenario y tomaba un refresco con sus amigos. La Pandilla de los saltamontes había hecho un gran trabajo, todos los niños, sobre todo su primita pequeña, lo estaban pasando genial.
Pero entonces la música cambió con un redoble de tambores y las luces se apagaron, quedando iluminados solo el escenario y los farolillos del jardín. Justo después sonó una canción de cumpleaños, mientras al escenario subían muñecos gigantes: un oso panda, un pequeño mono, un tigre y hasta una enorme rana que traía una tarta con velas encendidas. La prima de Pedro subió al escenario, pidió un deseo y sopló las velas.

Todos los animales eran muy grandes, salvo un pequeño mono que parecía enfadado.
—¡Qué bonito! No me lo esperaba para nada —dijo Marta.
—¿Son nuestros padres? —preguntó Andrés.
—Seguro que esta era la sorpresa, pero ¿quién es el mono? Es demasiado bajito —observó Ana.
—Es verdad, bueno, sea quien sea, ha hecho un buen trabajo —dijo Bea.
La música cesó, se encendieron las luces nuevamente y los muñecos gigantes bajaron del escenario para jugar con los niños que los abrazaban.
Observando bien la escena, el pequeño mono intentaba huir, pero el tigre lo agarraba de la mano con firmeza y lo volvía a llevar hasta los niños.
Cuando la fiesta terminó, el mono se dirigió a un banco para descansar y se descubrió la cabeza para beber agua.
—¡Era Ruth! ¡¡¡Mirad!!! ¡El mono enano era ella! —gritó Jaime divertido.

Ruth estaba sudando y enfadada, se quitó el disfraz, lo dejó en el suelo y antes de marcharse le dio una patada a la cabeza de mono de peluche que le había hecho sudar tanto.
—Ja, ja, ja —rió Bea.
—¡Qué mona! —gritó Ana, para que Ruth la oyera.
«Me las pagarán », se dijo Ruth, mientras se alejaba hacia el coche de sus padres. Estaba furiosa. Había perdido esta batalla, pero no la guerra y esto no iba a quedar así.
FIN
Jajaja, por fin Ruth pagó por lo hecho. Um, me huele a mi que está chica va a volver y espero que sea pronto. Clara esta antagonista me gusta muchísimo, ¿algún día cambiará o seguirá siendo mala malísima?
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Puede que en el fondo tenga su corazoncito, Mary, pero por ahora lo tiene bien guardado 😁. Creo que le gusta ser mala. Seguir normas no va con ella y la venganza por lo más mínimo es su lema, y eso para los demás niños es un incordio, aunque les da mucho juego. Para Marta es complicado estar entre Ruth y sus amigos. Creo que será un personaje impredecible.
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Muy lindo cuento que contempla la psicología infantil con todas sus variables. Muy entretenido en su desarrollo y deja expectativas en su final. Felicitaciones!
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Muchas gracias María, espero continuar pronto con otra historia de la pandilla de Los saltamontes. Puede que Ruth les tenga preparado alguna de sus trastadas. Un abrazo
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Jajaja. Me encanta el escarmiento que ha recibido Ruth 😂😂😂. Pero, cuidado, que ella misma ya ha avisado que piensa volver. 😁
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¡Y es de armas tomar! Ya veremos con qué trastada aparece de nuevo 😁😁😁
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