Publicado en A partir de 12 años, Poesía

Vuela, vuela mariposa

Vuela, vuela mariposa,

no te poses en cualquier lugar,

extiende tus alas, ave graciosa,

no ves que es tu belleza

la que alegra mi andar.

Vuela, vuela mariposa,

no seas quisquillosa,

que a tu lado me siento dichosa

aunque la mañana se torne lluviosa.

Vuela, vuela mariposa,

no importa que se encele la rosa,

cuando juntas nos vea bailar,

que yo a tu lado

no quiero dejar de soñar.

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De pesca, con Peter el pirata.

El día estaba fresco y soleado. Peter el pirata, tenía parado a un lado a, su contramaestre Sebastián, y al otro, sobre su hombro posado, su perico verde y mal hablado, John.

Navegaban en el precioso mar azulado.

—Qué bonito día para pescar —Dijo el capitán pata de palo.

—Si el capitán lo desea, las redes y unos anzuelos preparo. ¿le ordeno a los marineros, que suelten el ancla?

—Eso es lo que deseo. ¡Tomemos un descanso, ahora que el océano está manso! Llama también, al marinero que le dicen “patas de ganso” —Concluyó Peter el pirata.

Luego se quitó la bota, para andar descalzo. Colocó la carnada en el anzuelo y, lanzó el cáñamo, hasta donde le alcanzó, la fuerza de su brazo.

—¿Me ha llamado, capitán? —Preguntó el marinero.

—Sí, “pies de ganso” Te llaman así, porque eres el mejor nadando. Eso lo sé. Y debajo de nuestro barco, hay moluscos deliciosos. Ve al fondo y trae las mas grandes almejas, pues haremos una sopa en las vasijas viejas.

Peter atrapó tres peces espada, en una batalla muy tardada. En la isla del pirata, hicieron una fiesta donde, le agradecieron al dios del mar que los alimenta.

En medio de los días nublados y las tormentas. Entre las jornadas largas en busca de tesoros en los mapas. Esta bien que los piratas, se tomen un día para descansar. Yendo por la mañana de pesca, para que en la tarde se merezcan una bonita fiesta.

Publicado en A partir de 12 años

La navidad en Monte Alto

La navidad en Monte Alto

(por Adalberto Nieves)

La noche del 24 de diciembre, como todas las noches en Monte Alto, estaba fría y oscura. Este es un pequeño pueblo entre colinas, en donde no existe el alumbrado público y su población, gente muy pobre, no supera los mil habitantes.

Los más viejos cuentan a los niños lo que hacía mucho tiempo habían conocido. Hablaban de una fiesta que se celebraba  en un día como aquel, la nochebuena de navidad, pero que había dejado de ser fiesta para convertirse en recuerdos llenos de nostalgia.

Daniel, un pequeño de seis años, preguntó a su abuelo:

—Abuelo ¿ de qué fiesta hablas?

El abuelo, tratando de disimular su tristeza, le contó de la navidad.

Daniel insistía preguntando:

—¿Por qué ya no se celebra la navidad?.

El abuelo le respondió que la navidad no es para los pobres.

Esa noche, Daniel soñó que el pueblo se llenaba de luces de colores, que el aire se impregnaba de ricos olores a pasteles y dulces, que todos en el pueblo cantaban y bailaban alegres, intercambiando regalos.

Daniel despertó a la mañana siguiente y por una pequeña ventana del cuarto que compartía con sus cinco hermanos, vio que todo estaba igual. No había luces ni gente festejando.

El niño recordó lo que le había contado su abuelito. No conocería la navidad, pero se sintió feliz por haberla vivido en sueños. Salió al patio y entre la hierba vio una linda flor de pétalos rojos, la cortó con cuidado y fue a buscar al anciano. Le dio la flor y enseguida un fuerte abrazo, diciendo:

—Feliz navidad, abuelito.

Con ese pequeño gesto, ambos entendieron que la navidad no es solo fiestas, luces y regalos, que es también dar y recibir, por sencillo que sea lo que se obsequia, y que sobre todo, la navidad es compartir amor.

Autor: Adalberto Nieves

Ilustraciones: Pixabay

Publicado en A partir de 12 años

Antonio el pastelero

Antonio se levantaba muy de madrugada cada día. Como panadero y pastelero, debía comenzar sus labores muy temprano, para que le rindiera el trabajo y poder tener sus productos listos en la mañana al abrir su pequeño local. Esa era una rutina que se repetía día a día, no importaba la fecha del año. Todos eran días de trabajo.

A pesar de lo fuerte que era su actividad, a él le gustaba mucho lo que hacía. Elaborar pan y pasteles le daba la satisfacción que no le brindaba ninguna otra cosa. Llevaba más de treinta años como artesano del pan, desde que era muy joven y ayudaba a su padre, quien fue el dueño original del negocio.

Antonio fue el único miembro de la familia que se dedicó a mantener en funcionamiento la panadería y lo hacía con mucho agrado. Agradecía todos los días el haber sido el aprendiz de su padre, de quien conoció todos los secretos de ese oficio y lo que requería para lograr los mejores resultados, así como las recetas tradicionales que le dieron el buen nombre al local.

El negocio marchaba bien. Todos conocían a Antonio, por supuesto, era el dueño de la única pastelería de la región. Todos alababan sus panes y la excelencia de sus pasteles. No había celebración en aquella comunidad en la que no se brindara lo que su establecimiento ofrecía.

Un día, a mediados de la primavera, se conoció la noticia de la boda de la hija del Duque. Sería un acontecimiento grandioso, una celebración como las de las casas reales en los casamientos de las princesas. Con la noticia de la boda llegó también a oídos de Antonio, que el Duque  haría el encargo del pastel a una pastelería importante de la capital, desconociendo lo que ofrecía el pastelero del pueblo. Quería el pastel más grande y precioso que nunca se hubiera visto.

En un comienzo, la noticia enfureció a Antonio, que creía tener suficientes méritos para encargarse de elaborar ese soñado pastel. Tendría que hacer algo para demostrar que él era el indicado para ocuparse de tan importante compromiso.

Se acercaba el día de la gran boda. Antonio tenía un plan. Convocó a su ayudante, a la señora de la limpieza y también a su mujer. Les explicó lo que quería hacer y le asignó una tarea a cada uno. El día y la noche antes del casamiento, trabajaron sin descanso. Fueron horas de intensa labor, todos estuvieron muy ocupados y comprometidos. Querían ayudar a Antonio a lograr lo que había ideado.

A la mañana siguiente, con la ayuda de unos vecinos, se dirigieron a la mansión del Duque  en donde sería la celebración. Al llegar indicaron que era una entrega especial. Les dejaron pasar y lo condujeron hasta un gran salón bellamente decorado. En la mesa central ya habían colocado el pastel que había llegado de la capital. Era hermoso, pero nada comparado con el que él llevaba.

Colocaron el pastel que habían elaborado, que duplicaba en tamaño al otro. Lucía espectacular, con sus adornos de flores y palomas blancas en los diez pisos que lo componían. Era el pastel más grande y precioso que se hubiera visto. Dejaron todo en el lugar y se marcharon sin que nadie los viera.

Días después de la celebración llegó un mensajero a la pastelería. Le convocaban a una reunión en casa del Duque. Antonio se imaginó que habían descubierto que era él quien había entregado la impresionante obra de pastelería y tendrían alguna queja por su osadía. Asistió a la cita y su tranquilidad llegó cuando le comenzaron a hablar, a contarle lo increíble que les había parecido el magnífico trabajo que había hecho. Lo felicitaron y agradecieron el haber presentado tan espectacular pastel, que sin duda había sido más hermoso y delicioso que el que  habían encargado en el otro lugar.

En compensación y a modo de disculpa por no haber confiado en su experiencia, le tenían un regalo. Dispondría desde ese día de un nuevo local, más amplio y dotado con los más modernos equipos para que pudiera trabajar más cómodo y lograr una mayor producción, lo que sería beneficioso para todos en la comarca.

Fue así como la pastelería de Antonio llegó a ser la más importante y prestigiosa del país. De su calidad se habló en todas partes y fue desde entonces el pastelero oficial para todas las grandes celebraciones del ducado.

Autor: Adalberto Nieves (@Yocuento2)

Publicado en A partir de 12 años

Eterno azul

A la orilla de los recuerdos luminosos

se buscan los peces escondidos de la tarde,

vuelven los castillos ardientes de la arena

y bailan las ondas marinas como antes.

Navegan pensamientos errantes

entre las olas de mi corazón

y se vuelven gaviotas que

atraviesan el horizonte.

Han vuelto las huellas en la arena

a traer las rocas de la brisa

y ruedan entre la espuma

los sueños que un día lancé al eterno azul.