Publicado en A partir de 15 años, Cuento

El espantapájaros.Capítulo 2. Final(Laskiaf D.R.A. Autora invitada)

Asomó la noche; la luna alumbraba toda mi habitación, y me entretuve dibujándola. Me encantaba pintar, y era algo que amaba hacer de pequeño. A través del vidrio de la ventana divisé una figura que se acercaba. Escuché unas suaves pisadas; de pronto una voz gruesa dijo:

— ¡Sí, fui yo!— ¡Dios!; reconozco que mi cuerpo se estremeció al verlo de cerca; aquellos ojos infernales y su risa maléfica, me hicieron dudar. Mi corazón infante por poco se paraliza; él, al analizar mi cara de pánico exclamó:

— ¡No te asustes! ¡Caramba, hasta los pájaros huyen de mí, y me temen, cuando los saludo! ¿Tú también? ¡Ay, no me decepciones!— sonrió (la verdad, yo también).

Amé aquella noche. Hubo un momento profundo de silencio entre los dos. Salté hacia afuera por la ventana, y me senté junto a él a mirar hacia la luna. Después de muchas lunas sentí que le importaba a alguien. Ahora entiendo que el rechazo de mi padre generó que me acercara al guardián. Por primera vez en mucho tiempo, no me sentí abandonado.

Después de un rato, palmoteo mi brazo y vociferó:

— ¿Sabes; a veces sí nos aman esos que pensamos que no, solo que en nuestra inocencia no entendemos a nuestros padres; ellos tienen sus cargas bien pesadas. Tú eres muy pequeño para que las lleves; tienes cinco añitos. Olvida; solo olvida y da amor. Al final descansará tu frágil corazón. No lleves más esa rabia que calcina tu amor; no lo quemes más; sálvalo; ¿entiendes?

— ¿Así como tú salvaste a los caballos evitando que murieran en la pesebrera?

— ¡Sí, así; ¡que inteligente eres; choca esa mano!— Sonreí y suspiré.

No hablamos nada más. No fue necesario; él llevaba su pena, y yo la mía. Me recosté sobre su tibia paja y dormí. Al día siguiente amanecí en mi cama. Estaba tan feliz que bajé las escaleras presuroso, abracé a mamá y le chanté un fuerte beso (durante mucho tiempo no lo había hecho; incluso la culpé por el abandono de mi padre).

Mis siguientes noches fueron mágicas; en ocasiones él era un espantapájaros grande como mi abuelo, otras veces, niño como yo. Recorrí toda la hacienda en compañía de mi amigo. A veces dibujábamos (y tengo que admitirlo; mi cuidador era pésimo con el lápiz). Además, nos encantaba escuchar el concierto de ranas, sapos, grillos, y demás animalejos que nos acompañaban en nuestras correrías nocturnas. De una manera extraña aquel ser sanó mi corazón.

Cuando cumplí once años, al llegar una tarde de la clausura del colegio, mamá les comunicó a mis abuelos que viajaríamos a la capital para continuar con mis estudios. En una mezcla de felicidad y tristeza me retiré a mi cuarto; mi cara se inundó, y no fue de rocío. Algo dentro de mí me avisaba que muy pronto no volvería a ver a mi amigo. Esa noche él apareció, como siempre; casi no me dejó hablar, y exclamó:

— Voy a estar bien; lo más importante es que me llevarás en tu corazón; al menos estaré seguro ahí, eso lo sé.

Bajé mi mirada y le regalé un dibujo de la luna que decía <<gracias>>; él subió sus cejas y me invito a jugar. La noche antes de partir, por última vez recorrimos el maizal, y hubo fiesta de despedida. Al final me abrazó fuerte. Al amanecer viajé con mi madre.

Siempre lo recuerdo con una grata devoción infantil. Hoy duele no verlo al recorrer estos prados donde fui tan feliz.

Fin

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6 comentarios sobre “El espantapájaros.Capítulo 2. Final(Laskiaf D.R.A. Autora invitada)

  1. Me ha encantado el final. La vida seguirá pero el que fue niño siempre tendrá en el corazón los momentos tan especiales que compartió con un amigo tan especial.
    Preciosa historia.

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